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El invierno en San Miguel de Allende es delicioso. Los días soleados calientan, casi queman, pero las noches son heladas. Hacía años que no visitábamos el lugar y teníamos ganas de reencontrarnos con nuestros recuerdos.
San Miguel ha sido siempre refugio de artistas, bohemios y retirados estadounidenses. El resultado es un sitio que defiende su identidad mexicana ferozmente y que alberga a todo tipo de excéntricos amantes del arte mexicano de pueblear.
Los inmuebles coloniales retomados como casas de fin de semana están pintadas de tonos ocres, amarillos, rojos y guindas, sus calles siguen empedradas, y hoy las fuentes de sus esquinas han sido restauradas con el esfuerzo un comité de señoras mayores de estadounidenses.
Aquí se vive una mezcla de vida local e importada. Las opciones para hospedarse son múltiples, la mayoría hoteles pequeños con mucho encanto. El más famoso es Casa Sierra Nevada, galardonada con múltiples premios, pero también esta la Casa Rosada, a un lado de la parroquia, o la Casa Linda.
El centro aún es el punto de reunión más concurrido y eje de la vida diaria. El caballo "percherón de las nieves" sigue fielmente despachando helado cada fin de semana, el gótico-imaginario de la iglesia rosada y su tradicional Café de la Parroquia nos recibieron como viejos amigos.
San Miguel también se ha llenado de galerías de arte y pequeñas boutiques que nos sorprendieron gratamente. Una visita a la antigua fábrica de La Aurora es muy recomendable. Al interior hay tiendas de decoración y estudios de artistas locales.
Paramos a tomar una copa de vino en el wine bar de la entrada, Dvino, que tiene una selección pequeña pero agradable. Después seguimos caminando y platicando con dueños y artistas. Una tarde entretenida donde es casi imposible salir con las manos vacías.
Cenamos en The Restaurant, un lugar chic con cocina de autor. Aunque a la hora del desayuno optamos por ir al restaurante de María Gralia por un buen plato de chilaquiles y unos churros para terminar.
Pasamos el segundo día redescubriendo lugares: desde el mercado de artesanías, la Casa de Vidrio Soplado, Once Ambient Store, con objetos de todo el orbe, hasta las artesanías del Nuevo Mundo repleta de textiles y suvenires.
Es recomendable llevar zapatos. El clima del Bajío mostró una vez más que pasar días caminando por este pueblo es una forma ideal de pasar el fin de semana.
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