El Programa de los 177 Pueblos Mágicos de Mexico, desarrollado por la Secretaría de Turismo en colaboración con diversas instancias gubernamentales y gobiernos estatales y municipales, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Más que un rescate, es un reconocimiento a quienes habitan esos hermosos lugares de la geografía mexicana y han sabido guardar para todos, la riqueza cultural e histórica que encierran.

Ruta Capillas de Indios en Guanajuato

Nota sobre Ruta Capillas de Indios en Guanajuato
10 km al norte de San Miguel de Allende, con rumbo a Atotonilco, una serie de oratorios -levantados entre los siglos XVIII y XIX- son los protagonistas de una nueva propuesta de turismo cultural. ¡Conócela! Un conjunto de seis edificaciones del siglo XVIII y XIX, unidas por un camino de terracería de no más de 15 kilómetros, donde la separación entre cada una algunas veces es de solo cientos de metros, conforman la Ruta Capillas de Indios. En este recorrido pudimos conocer solamente tres, pero con seguridad el lector podrá realizar la visita a plenitud. Si bien lo hicimos en automóvil, el trayecto se antoja para explorarlo a bordo de una cuatrimoto, bicicleta, caballo, o bien, para aquellos amantes de la caminata o trekking, este es un camino perfecto para también disfrutar de la naturaleza. Rumores ancestrales

El recorrido se realiza de la mano de miembros de la comunidad, actividad que resulta enriquecedora gracias a la información que se brinda en cuanto a las anécdotas, seres míticos, ritos y festividades que se llevan a cabo en cada una de las capillas.

De acuerdo con las guías, las edificaciones situadas en la cercanía del Río Laja que en el pasado fue un importante afluente cuentan en su interior con una flor de seis pétalos, figura que se dice guarda relación con el agua. Este elemento, aunado a los mencionados anteriormente, pueden apreciarse en la construcción dedicada a la Virgen de Guadalupe en la primera comunidad que encontramos a nuestro paso, Montecillo de Nieto (a 10.7 km de San Miguel de Allende, donde existe también la creencia de que hace muchos años un ser mágico llamado Chan alimentaba el ojo de agua hoy extinto que habitaba ahí.

Gran parte de estas edificaciones se sitúan a la orilla de un camino de terracería en que los nopales, mezquites, huizaches y alguna cactácea delinean el paisaje que se complementa con casitas, alguna tiendita y una que otra sorpresa que delata algunos de los usos que se les dio a las capillas.

Tal es el caso de una construcción en ruinas casi oculta por una morada muy humilde, ambas propiedad de don Eustasio Ramírez, un anciano quien mencionó que ese templo -quemado, derruido, en el que se guardaba garbanzo- estaba dedicado a San José, y que el terreno lo había comprado en la década de los cuarenta. El marco de la puerta de la construcción tiene grabado: “Albañil Pedro García. Agosto 15 de 1865”. Frutos y facilidades Otra sorpresa que brinda el andar por esta ruta es la posibilidad de disfrutar de la cocina regional servida en un comedor instalado en San Isidro Bandita (a 5.9 km de Montecillo de Nieto), hogar de una atractiva capilla dedicada a San Isidro Labrador, santo patrono de los agricultores, quienes en el pasado y aún en el presente, son mayoría en la comunidad, productores de trigo, chile, jitomate, maíz, calabaza y frijol. Además de ese servicio, los habitantes de la región también rentan caballos para continuar con el recorrido hacia las demás comunidades, como la de Oaxaca (a solo unos metros de San Isidro), de la cual se dice que en la antigüedad se formó por gente del estado que lleva ese nombre y en la que está la capilla de San Mateo, cuyo interior cuenta con una inscripción que anuncia la probable fecha de inicio y término de construcción, su costo y el nombre de los propietarios de apellido Landin, cuya herencia pasó a don José, descendiente de la familia y custodio del templo, quien también es uno de los habitantes más viejos de la comunidad. Independientemente del número de capillas que se visiten, en cada una de las comunidades siempre habrá alguien dispuesto a difundir las enseñanzas de sus abuelos. Aquel día la luz del sol marcó el final de nuestra visita, sin embargo, estamos seguros que independientemente del número de capillas que se conozcan, esta es una gran oportunidad, para quienes visitan San Miguel de Allende, de conocer rumbos aledaños, su gente, parte del pasado y presente de este territorio que siempre tiene mucho qué contar. Rasgos otomíes

Durante la Colonia, parte de esta región la habitaron otomíes, quienes creían que los hechos más importantes que ocurrían en la vida de alguien eran causados por divinidades como la luna (la Madre Vieja), el sol (el Padre Viejo), las plantas u otros seres.

Adoraban al fuego y a las montañas. Entre el siglo XVIII y XIX, tras la fundación de San Miguel el Grande por fray Juan de San Miguel, en los pueblos cercanos a esta ciudad se establecieron varias capillas, las cuales captaron en su estructura e identidad, rasgos de templos de mayor dimensión, representaciones de santos o hechos propios de la religión impuesta, así como calvarios, calvaritos o humilladeros, ubicados en el exterior (de los que se dice estaban dedicados a los espíritus de quienes murieron de forma trágica y también a los que la gente suele “pedir permiso” previo a una festividad para evitar contratiempos), pero también se muestra parte de la visión indígena reflejada en las pinturas de los interiores de algunas capillas que representan “la flor de los cuatro vientos o rumbos”, que para los otomíes es el símbolo de los cuatro dioses poderosos, o bien, con la figura de Edahi, el dios del viento o representaciones del Sol y de la Luna.