Dulces típicos para el Día de Muertos en los Pueblos Mágicos
La celebración tradicional del Día de Muertos tiene raíces precolombinas, incluso de hace más de tres mil años.
Se trata de una festividad que ha sido declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la UNESCO, por tratarse de una de las manifestaciones culturales que mejor representan lo más puro de la mexicanidad. Además, es una celebración de hondo simbolismo, especialmente entre varias etnias importantes de la nación. En los Pueblos Mágicos tiene un especial colorido y atractivo el famoso Día de Muertos.Aunque el Día de Muertos se celebra en el mes de noviembre, en los tiempos prehispánicos tenía lugar en agosto.
En este caso coincidía con la conclusión del ciclo agrícola de la calabaza, frijol, garbanzo y maíz. Es importante saber que tales productos eran ofrendados a los muertos. Con el arribo de los españoles fue que la fecha cambió para que coincidiera como las celebraciones del calendario católico de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos.Si bien es verdad que la cultura indígena de nuestro país ha experimentado un notable sincretismo, hay varios sitios del territorio nacional en los que aún se puede experimentar el singular atractivo del Día de Muertos, por la exótica combinación de tradiciones prehispánicas y elementos de las conmemoraciones de la Iglesia Católica.
En muchos de los Pueblos Mágicos de México se puede tener una plena experiencia del Día de Muertos y de cómo se vive en su más pura expresión esta celebración que ha hecho destacar a nuestro país a nivel mundial.Ahora bien, los mexicanos obsequian golosinas a sus difuntos los días 1 y 2 de noviembre.
Y no se trata de cualquier dulce, sino los más coloridos y pletóricos de simbolismo. El Día de Muertos ofrece una gran oportunidad para que los creadores de dulces artesanales comercialicen sus productos en los mercados populares y tianguis, sino que además, los postres y golosinas que elaboran tienen valiosas referencias simbólicas dignas de resaltar. Todas ellas apuntan a la sensibilidad propia de la cultura indígena mexicana de que la muerte es algo que se debe celebrar, en especial como un paso a otro espacio, el tan enigmático más allá.Quienes partieron retornan en el marco del Día de Muertos y con nuestros seres queridos que se adelantaron siempre es un gusto volver a compartir la comida, bebida, flores y música.
De ese modo los cementerios y altares públicos se convierten de manera temporal en lugares de convivencia, con música de mariachi, tequila y los aromas de la tradicional flor de cempasúchil, adornando las tumbas.De la misma manera, en el Día de Muertos se acompañan estos festines en los panteones con variados dulces tradicionales.
Son singulares caramelos que tienen como objetivo que las almas de nuestros muertos respondan al llamado que les hacemos para gozar de las ofrendas, repletas de antojitos, veladoras, adornos de papel, flores y recuerdos de quienes se nos fueron.De entre los dulces típicos que se acostumbran incluir en las ofrendas del Día de Muertos en muchos de los Pueblos Mágicos de México destacan los alfeñiques de azúcar, amaranto, pepita de calabaza, chocolate, cocadas, calabazates, camotes, jamoncillos (dulce de leche), calabaza en tacha, peras e higos cristalizados, tamarindo, arroz de leche, conservas de tejocote, guayaba , durazno, higos, biznagas, caña, etc.
Para la elaboración de las tradicionales calaveritas de dulce se utilizan moldes de barro a los que se les añade azúcar fundido.
Tras haberse enfriado el azúcar se cristaliza y de ese modo se crean las divertidas calaveritas comestibles que nunca faltan en los altares de muerto y que llevan en la frente nombres de diferentes personas. Los hay de diferente tamaño y se les puede hallar también elaboradas con amaranto o chocolate.También hay que mencionar el delicioso Pan de Muerto, las peras e higos cristalizados, el chocolate, dulce de leche, camote, tamarindo, arroz con leche, cocadas y diferentes clases de conservas: de caña, higo, guayaba, etc.
Durante la celebración del Día de Muertos los dulces se colocan en los altares de muertos a fin de honrar a aquellas personas que nos eran sumamente valiosas y que se adelantaron en el destino que a todos nos aguarda.