Según relatan las personas de mayor edad en la región, la comunidad oaxaqueña de Monjas lleva ese nombre, por el hecho de que, hace mucho tiempo, allí se levantaba un convento habitado por numerosas monjas.
Con el paso de los años, fue así como llegó a denominarse la comunidad y municipio oaxaqueño, que deseamos recomendarles para fines turísticos. Se considera como posible fecha de la fundación del pueblo, el año de 1601.También es interesante conocer acerca de las características geográficas de Monjas, y es que en su territorio no hay montañas, por tratarse de un área bastante plana, sino solamente algunos lomeríos.
Por lo que se refiere a la hidrografía de la región, Monjas se abastece de agua gracias al río Bravo Minatitlán.El clima de esta parte del territorio oaxaqueño es bastante templado.
En primavera el calor es intenso y el invierno, en cambio, se caracteriza por un frio pronunciado. En la zona se percibe el aire del este. La flora particular del municipio se compone de geranios, amapolas, rosas y bugambilias. Por lo que se refiere a las plantas comestibles, allí crece mucho el epazote, ejote, alfalfa y el chepil. Las frutas típicas de Monjas y sus alrededores son las guayabas, granadas y limas. Y en el caso de su fauna, abundan especies como lagartijas, mapaches, zorrillas, conejos y diferentes clases de víboras.El único monumento de valía en Monjas, es el casco de una antigua hacienda, que se encuentra justo frente al palacio municipal.
Pero los atractivos culturales de Monjas no se agotan en ello. Destaca también la fiesta patronal más relevante del municipio, dedicada al Señor de Monjas. Esta última se realiza cuarenta días después del Viernes Santo y se le conoce entre los lugareños como la fiesta de la Ascensión del Señor.Y aunque no existe una danza típica de monjas, los visitantes podrán comprobar que en el marco de las bodas se suele practicar mucho el baile del guajolote.
Otro detalle pintoresco es el hábito que tienen los lugareños de acudir a los cementerios el día 15 de octubre, para invitar a sus difuntos a que los visiten en sus hogares llegado el Día de los Muertos. Para recibirlos de la mejor manera posible, los habitantes de monjas, la noche del 31 de octubre, adornan sus casas con arcos de flores y preparan grandes ollas de tamales y de atole.