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Parral Chihuahua ecos de la Revolución

Los parralenses conservan el título de “capital del mundo” para su ciudad natal, nombre otorgado por Felipe IV cuando su mina de plata estaba en su máximo esplendor.

Atravesada por siete puentes, el centro de Parral llega a confundir en un principio, pero algunos pasos bastarán para reconocer las calles.

O siempre están los dos transportes turísticos; el PyOjito, un trenecito que debe su nombre al antiguo ferrocarril que iba de Ojito, en Durango, a Parral. “P. y Ojito”, anunciaban en la taquilla. El actual tren recorre los principales lugares de interés del centro, al igual que el TranVilla, pues casi todo está orientado hacia la figura de Francisco Villa; la razón es que en Parral murió uno de los caudillos más importantes de la Revolución Mexicana.

La mañana del 20 de julio de 1923, Villa estaba por cruzar uno de los puentes de la ciudad para llegar a una fiesta de bautizo.

Lo que no sabía es que le tenían lista una emboscada. Más de 150 balazos lo mataron a él y a su fiel escolta. Cerca de ahí, en la Plaza Juárez, una bala perdida alcanzó el busto del Benemérito. Ahora, a unos metros del lugar de la muerte de Villa se encuentra el museo que lleva su nombre, con objetos de la Revolución. Cada verano se realizan las Jornadas Villistas, en las que miles de jinetes llegan desde la capital hasta Parral para escenificar la muerte del revolucionario, con todo y cortejo fúnebre.

Otros dos son lugares esenciales de Parral: la mina La Prieta con sus 80 metros de profundidad en el primer nivel —el único abierto al público—, además de sus hornos, compresores y bodegones muy bien conservados, y un espléndido mirador al final del recorrido.

También puedes ver un banco de madera original con un hoyo en medio llamado ‘caballo’. Los mineros lo usaban para sus necesidades físicas sin salir de la mina.

El otro lugar es un edificio que conserva el apellido de su constructor.

El Palacio Alvarado, diseñado al más puro estilo francés de fines del siglo XIX, es quizá la construcción no religiosa más bella del estado junto con la Quinta Gameros, en la capital. El acaudalado minero Pedro de Alvarado mandó pintar los muros del patio central y de algunas habitaciones, e hizo traer de Europa y Estados Unidos vía catálogo los muebles que siguen ahí, afrancesados e invitadores. Fue hasta 2003 cuando el estado recuperó el edificio y realizó un delicado trabajo de rescate: la vajilla, las alfombras y los muebles de baño son originales, y los muebles de la sala se ven tan suaves que resulta difícil obedecer la prohibición de no tocar.

El elemento gastronómico no puede faltar.

Aquí se encuentran los famosos dulces de leche de Parral, de leche hervida, azúcar y especias. Gracias a la producción de nueces y piñones en la región, acompañan a los dulces estas semillas recolectadas en Parral mismo.
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