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Últimos hallazgos arqueológicos en Teotihuacan

Investigadores del INAH han dado a conocer los más recientes objetos-tesoros recuperados por el Proyecto Tlalocan en las entrañas del Templo de Quetzalcóatl, en la "ciudad de los dioses". Durante siglos, Teotihuacan ha cautivado con sus imponentes pirámides que dominan el paisaje de los valles mexiquenses. A pesar de que desde la época mexica se tiene conocimiento de sus construcciones levantadas entre el siglo II y V de nuestra era, “el lugar donde los hombres se hacen dioses” aún guarda muchos secretos. Sólo el 5 por ciento de sus 23 kilómetros cuadrados ha sido explorado. Después de una serie de investigaciones y excavaciones, arqueólogos pertenecientes al proyecto Tlalocan (financiado por el INAH) lograron acceder al “inframundo” de la zona arqueológica. En él habían descubierto un túnel de 150 metros, perteneciente a las entrañas del templo de la Serpiente Emplumada, en la Ciudadela. De acuerdo con estudios previos, es ahí donde emanaba el poder de la primera gran metrópoli mesoamericana, por lo que podría ser una guía para hallar los entierros de la clase dirigente, los cuales permanecen ocultos.

Se conoce de la existencia de este túnel desde 2003, y por medio de tecnología avanzada, consistente en láser, georradar y un robot, se esclareció cómo era su estructura y las grietas que podrían dificultar el paso.

Este tipo de exploración sólo se había realizado de manera similar aunque a una escala mucho menor en Egipto y permitió la entrada a un espacio que no había sido visitado en 1,800 años. El objetivo de este trabajo era preciso: desentrañar el misterio que los teotihuacanos quisieron ocultar entre muros y toneladas de piedras y tierra.

A lo largo del túnel se encontraron cerca de 70,000 objetos entre ofrendas, bastones de mando, piedras preciosas, semillas, esqueletos animales que, se piensa, podrían pertenecer a jaguares- y extrañas esferas metálicas, cuyo significado es desconocido.

Estos hallazgos, así como la disposición del túnel nos podrían revelar algunas de las creencias de esta antigua cultura en torno a la vida y la muerte. Robot del Proyecto Tlalocan / INAH

Los estudiosos revelaron que en el mundo subterráneo, los teotihuacanos intentaban recrear el ambiente del exterior, por lo que excavaron hasta el manto freático, dando la ilusión de que se trataba de ríos.

Así, conforme se desciende hacia donde se piensa podrían localizarse las tumbas de los dirigentes, la humedad incrementa y el lodo cubre los zapatos. El techo del túnel está “pintado” con una especie de polvo metálico, por lo que al alumbrarse con la luz de la linterna (o de las antorchas en aquellos tiempos) concede un brillo que casi pareciera que es de día, aun estando dentro de la tierra. Durante el recorrido se advierten dos pequeñas cámaras vacías, pero unos 30 metros antes del final se localizaron tres cámaras dispuestas a manera de trébol y en cuyo centro se sitúa el vértice de la pirámide. Quizás un poco después estén dispuestos los restos de los gobernantes. Aunque falta analizar estos últimos hallazgos (tarea que tomará años) lo cierto es que aún se sabe poco acerca de los teotihuacanos. Todavía no se ha descifrado su escritura ni se sabe con exactitud cuál era la lengua y el sistema gubernamental de esta ciudad que llegó a albergar a 200 mil personas y a vincularse con culturas de Oaxaca, Guatemala y Honduras. Hasta el día de hoy, Teotihuacan, en el Estado de México, continúa siendo un grandioso acertijo para arqueólogos e historiadores.
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