Es posible imaginar cómo eran hace menos de cien años los pintorescos barrios coyoacansenses.

Por ejemplo, el barrio de la Concepción con su diminuta plaza de La Conchita y su hermosa capilla churrigueresca bajo la vigilante Casa de La Malinche, en un ambiente de riachuelos y manantiales. Era un entorno generoso en ahuehuetes y frondosa vegetación.

Los barrios de San Lucas y San Mateo, por su parte, se hallaban surcados por sinuosos arroyuelos y abundaban en densos maizales.

El barrio de Santa Catarina era inconfundible con su templo dedicado a Santa Catarina Mártir y una diminuta plaza protegida por mansiones antiguas y graves conventos.

Los barrios coyoacanenses de San Francisco y El Niño Jesús estaban definidos por estrechas callejuelas montadas sobre un oscuro pedregal, derivado de la erupción del volcán Xitle.

Esta zona hoy en día está separada del centro de Coyoacán por la avenida Miguel Ángel de Quevedo, donde aparecen las sugestivas esculturas de Gabriel Ponzanelli.

Pero además, en Coyoacán también se encuentran el barrio de San Antonio, con su magnífica y pequeña capilla dedicada a San Antonio Panzacola, quien formaba parte de los monjes carmelita.

Esta capilla estaba acompañada por un puente de piedra de bella arquitectura que se levantaba sobre el río Magdalena. Finalmente en Coyoacán sobresale el histórico barrio de Churubusco, con su fascinante convento de los Dieguinos al que llevaba la gran calzada de Iztapalapa.

Todos estos lugares imbuidos de leyendas y anécdotas esperan por visitantes de cualquier tiempo para revelarle sus secretos.

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