Ruta de arte rupestre en Baja California
Baja California ofrece una importante riqueza arqueológica, que se expresa cabalmente en los murales rupestres que se encuentran a lo largo de la península.
Marcadores calendáricos
El Vallecito, ubicado a 5 km al noroeste del pueblo de La Rumorosa, al norte de la península. Es el sitio más conocido del Estado, por su ubicación es recomendable para tiene solamente un día para efectuar su visita.
Ubicado en las cumbres de la sierra de Juárez abarca unas 200 hectáreas donde entre bosquecillos de pinos y agaves existen caprichosas formaciones pétreas que ostentan varios grupos de pictografías que abarcan una amplia gama de temáticas, desde lo abstracto-geométrico hasta lo más figurativo: formas humanoides, astros y otros. La pintura más famosa del lugar es "El Diablito", dibujo antropomórfico de color rojo con dos rayas onduladas sobre la cabeza a modo de cuernitos. Su mérito radica no sólo en la composición, sino en su papel como marcador calendárico: en la mañana del solsticio de invierno un rayo del sol penetra en el resguardo donde se encuentra, e ilumina directa y exclusivamente los ojos de "El Diablito".
Cerca de El Vallecito, en el Km 57 de la autopista La Rumorosa - Mexicali, se encuentra otro sitio formidable. En esta gran piedra cúbica, hay varias figuras humanoides pintadas, algunas de ellas hechas con trazos blancos sobre paredes oscurecidas por el humo de antiguas hogueras. También hay petroglifos y morteros.
Algunos investigadores, creen que hubo presencia humana en la península desde hace varias decenas de miles de años, pero la evidencia disponible sólo la demuestra más o menos a partir del año 8000 a.C. Sin embargo, los sitios mencionados son más recientes, se estima que fueron elaboradas en los últimos mil años, aunque los grabados, más resistentes a la erosión, pueden ser más antiguos.
La magia de las pintas
En la zona del Valle de Guadalupe, existe un conjunto de pinturas en un peñasco ubicado frente al rancho "El milagro".
Al sur de la ciudad de Ensenada, sobre la carretera transpeninsular, cerca del poblado de San Vicente Ferrer, se ubica el rancho de la Llave junto al arroyo San Vicente, donde se eleva una pared rocosa de 10 mts. de alto cubierta de petroglifos. Los diseños son todos geométricos, con predominio de líneas rectas que aunque no se comprende su significado, son quizá los mejor conservados de todo el noroeste de México.
Hacia el sur, la siguiente zona es Las Pintas, un lugar extraordinario. La zona consta de un amplio conjunto de enormes rocas entre dos cerros. En la superficie de las rocas destacan cientos de enigmáticos dibujos blancos. Este es uno de los sitios más hermosos, debido al entorno del desierto que lo rodea.
De cruces y colores
Otra zona interesante se ubica a unos 50 mts. al sureste. Se trata de un grupo pequeño, aunque disperso, de petroglifos a la orilla del arroyo San Fernando. Más diseños geométricos y trazos abstractos, sobre una piedra de tono anaranjado. Dos dibujos llaman la atención. Uno es una cruz latina solitaria. El otro es una composición compleja que parece un barco de vela. Algunas personas creen que fueron hechas posteriormente a la llegada de los españoles, lo cual es factible, dada la cercanía del sitio a la misión de San Fernando Velicatá, fundada por Fray Junípero Serra en 1769; y la costa, por donde navegaron los galeones desde el siglo XVI, está a menos de cien kms de distancia.
La cueva pintada de Cataviñá, ubicada otros 50 km más al sureste, en la parte rocosa del desierto central es un lugar digno de visitar. El sitio contiene murales magníficos. Este sitio es una especie de túnel de unos 3 mts. de largo bajo una colosal roca colgante. El techo semiesférico luce decenas de triángulos, cuadrados y rectángulos rayados, círculos concéntricos, soles como los de El Vallecito. Asombra la variedad de colores en apenas dos o tres metros cuadrados: el negro, proveniente del óxido de manganeso; el ocre, que se obtiene de la hematita (óxido de hierro); el blanco, derivado de piedras calizas; los más misteriosos amarillos y anaranjados...
Cataviñá fue en este recorrido la aduana del gran enigma. Unos 130 km al sur ya comienza la zona de Grandes Murales, aquellas otras pinturas monumentales con arte figurativo de tamaño natural y a veces mayor.