Cuando te quedas quieto, automáticamente empiezan a salirte raíces, y cuanto más tiempo lleves parado, más difícil te resultará moverte Cada cual tiene sus sueños y deseos.
Hay quien sueña con ser presidente de su país. Otros sueñan con ser ricos trabajando lo menos posible y hay otras personas que aspiran a ser madres, obtener una plaza de funcionario o bien abrir una tienda de productos ecológicos.En mi caso, hacía tiempo que latía dentro de mí un impulso cada vez más irresistible de coger las maletas e irme lejos a descubrir el mundo.
Ese anhelo interno se fue haciendo más intenso a medida que crecía mi sensación de estar atrapado en una rutina angustiante en la que la libertad y el viaje no eran más que lujos prescindibles.Llega un punto en que toda persona se enfrenta a la decisión de seguir sus sueños o bien desecharlos.
Desgraciadamente, la mayoría se aferra a diferentes excusas para postergarlos y, finalmente, lo que suele ocurrir es que jamás logran llevarlos a cabo. Siempre hay una buena excusa para no hacer algo: el dinero, el trabajo, la familia, la pareja, la hipoteca.Sin embargo, hay otro tipo de persona que hace justamente lo contrario: buscar los motivos para realizar sus sueños lo antes posible.
En mi caso, opté por dejar de lado las excusas y me centré en buscar los motivos para vivir la vida de la forma que realmente deseaba: trabajar y viajar a partes iguales. Mis 5 motivos principales fueron los siguientes: 1. Viajar implica salir de tu zona de confort y evolucionarCuando quieras viajar puede que te asalten las dudas.
Y puede que tus seres queridos insistan en que te quedes. Además, lo más fácil es no moverte, continuar igual y no cambiar nada en tu vida. Es la aplicación de la ley de la inercia y el mínimo esfuerzo a la existencia de las personas. Pero recuerda que el cambio, a pesar que resulte costoso a nivel energético (además de doloroso en una etapa inicial), es precisamente lo que te permite crecer y lo que más satisfacciones puede aportarte. 2. Viajar te hace mejor personaCuando viajas conoces otros puntos de vista, opiniones y formas de ver la vida.
Te enriqueces de anécdotas, historias y nuevas habilidades. Conoces costumbres diferentes, culturas desconocidas y filosofías complementarias. Te vuelves más tolerante, astuto y comprensivo. Y tu mente descubre nuevos horizontes, transformándote en alguien más adaptable, más solidario e incluso más sabio. Cada viaje es nuevo paso en la construcción de uno mismo, pues es algo que pasa a formar parte de ti para siempre. Después de un viaje, no vuelves a ser el mismo de antes. Sin duda, te has convertido en una mejor persona. 3. Cuanto más quieto estás, más difícil resulta moverseCuando te quedas quieto, automáticamente empiezan a salirte raíces, y cuanto más tiempo lleves parado, más difícil te resultará moverte, pues mayores serán esas raíces y las ataduras que te ligan al lugar donde estás.
Por tanto, si deseas explorar el mundo y enriquecerte de él no esperes a que tus raíces sean demasiado grandes y fuertes.
Viaja, descubre y aprende. Madura, explora y encuéntrate a ti mismo. Cuando no puedas más y sientas que realmente necesitas establecerte, podrás hacerlo en el lugar que tú desees, con quien tú desees y, lo más importante, estando en paz contigo mismo. Allí, podrás plantar las mejores semillas que hayas encontrado a lo largo de los confines del mundo. 4. Viajar alarga tu vidaEinstein ya dijo que el tiempo era relativo.
Y viajar es una de las cosas que hace que tu tiempo alargue y se multiplique. Efectivamente, cuando estás en un viaje, cada día es una nueva aventura, un nuevo reto o un nuevo aprendizaje. Cuando viajas, aprovechas cada hora, cada minuto y, por tanto, exploras y vives el tiempo en toda su profundidad. El que hace de su vida un viaje nunca dirá que, al echar la vista atrás, esta se le ha hecho corta, porque para esa persona, cada día fue como nacer de nuevo. 5. El universo se alineó a mi favor, indicándome que era el momento adecuadoPara viajar y, sobre todo, para vivir viajando, necesitas cumplir varios requisitos: saber idiomas para poder comunicarte, tener formación o habilidades para abrirte oportunidades laborales o tener los medios necesarios para subsistir.
También es necesario tener una buena salud, desapegarte de ciertas ataduras y compromisos y superar tus autolimitaciones mentales, como el miedo o la poca seguridad en ti mismo.En mi caso, mi mayor impulso viajero llegó alrededor de los 30 años, y empecé a manifestarlo en todo su esplendor ya pasada esa edad.
En ese momento cumplía todos los requisitos que acabo de nombrar. Y, por algún motivo, empezaron a encajar todas las piezas del puzzle que me permitirían viajar por el mundo y trabajar al mismo tiempo. Hablaba varios idiomas internacionales. Había aprendido una profesión sin futuro en mi país que, sin embargo, resultó estar increíblemente bien valorada y remunerada en otro. Y resultó que ese otro país tenía territorios distribuidos por todo el mundo en los que podía desempeñar dicha profesión para, posteriormente, realizar grandes viajes por los países vecinos. Dicen que para cumplir los sueños hay que tener suerte. Yo la tuve, pero también digo que la suerte hay que ganársela con sudor y lágrimas.Era el momento de hacer las maletas y ver mundo, y lo aprovecharía para vivir una catarsis transformadora que probablemente cambiaría mi vida para siempre.