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Estos 9 personajes típicos de los aviones convertirán tu viaje en un infierno

Porque tener un vuelo tranquilo es pedir demasiado Un viaje en avión es toda una aventura.

Y no me refiero al hecho de que cuando montas en un avión estás surcando los cielos como si fueses un pájaro y puedes dirigirte a cualquier parte del mundo a una velocidad altísima. Eso es lo de menos. La verdadera aventura es lo que sucede dentro del aparato gracias a la presencia del resto de pasajeros. Porque la gente se transforma cuando viaja, y generalmente no para bien. Las personas normales sufren un cambio en su metabolismo al cruzar la puerta de embarque que los convierte en: la fauna aérea. Por eso los creadores de la fauna de los aeropuertos te traen: 9 personajes que te encuentras en los aviones. 1. El dueño de los compartimentos

Tú llegas a tu asiento y el compartimento superior para dejar tu equipaje de mano está cerrado.

Mala señal, porque todos los demás están abiertos. Lo abres y está lleno a reventar. Hay una maleta, tres bolsas de plástico del duty-free, una bolsa de deportes, un neceser, un maletín con un ordenador, tres abrigos y un jersey. Miras a tu alrededor y sólo hay una persona ya sentada. ¿La explicación? Muy sencillo: todo es suyo. Se ha subido al avión con más cosas encima que un sherpa nepalí y ha monopolizado el compartimento entero. No te queda más remedio que dejar tu equipaje de mano en otro compartimento, y el siguiente tendrá que hacer lo mismo. Se genera una reacción en cadena que acaba con los últimos pasajeros en embarcar forzados a llevar su equipaje de mano en bodega. Un drama. 2. El extra-medicado

Se marea en los aviones, le dan miedo las alturas o las dos cosas.

El pobre lo pasa mal, así que para hacer el vuelo más llevadero se ha metido entre pecho y espalda kilo y medio de pastillas para dormir. Además, por si acaso los ha bajado con media botella de vino para que le hagan más efecto (cosa que no sucede, no lo intenten en casa). Ojalá nunca se siente a tu lado porque tu viaje será una auténtica montaña rusa emocional. Durante el despegue le verás tenso, sudando e incluso murmurando en voz baja. Se pone muy pálido y te empieza a contar estadísticas de accidentes aéreos. Exactamente lo que quieres oír en ese momento. Pero 10 minutos después del despegue se ha quedado como un muñeco. Ronca y babea como si lo fuesen a prohibir al día siguiente. Además te suele pedir que le despiertes cuando pasen con la cena. Buena suerte, porque con el cóctel de pastillas que lleva encima no le despiertas ni lanzándole por la puerta del avión. 3. La cotorra humana

Tu peor enemigo si quieres un viaje tranquilo.

Te va a contar su vida. Es así. Dormir o ignorarle no es una opción. Las indirectas no funcionan, los tapones en los oídos tampoco. No hay escapatoria. Podría no ser un problema demasiado grave si lo que te cuenta fuese medianamente entretenido. Pero nunca pasa. La vida de las cotorras humanas no es precisamente trepidante. De hecho es más aburrido que ver el telediario sin sonido. Y reza para que no tenga hijos porque como los tenga, además de introducirte sus fotos por los ojos casi literalmente, te va a contar desde su bautizo hasta el examen de matemáticas que tuvo la semana pasada. El infierno en la tierra. O en el aire. 4. La familia con hijos

Tienen todo el derecho del mundo a viajar, por supuesto que sí.

Y no suponen ningún problema siempre que sus hijos estén bien educados. Es normal que un niño se altere al viajar, o se aburra si el vuelo es muy largo. Todos sabemos que hay que tener cierto nivel de tolerancia, pero a veces nos lo ponen demasiado complicado. Cuando los niños se comportan como auténticos salvajes se convierten en un problema para el resto de los pasajeros y la tripulación. Además se ofenden y te gritan si les dices algo como “disculpe señora, ¿podría decirle a su hijo que deje de dar patadas en mi asiento? Es que creo que ya me ha fracturado dos vértebras”, o “perdone caballero, pero su preciosa hija acaba de vomitarme encima”. Una estresante manera de comenzar tus vacaciones. 5. El que no suelta el teléfono móvil

El problema no es que se entretenga con el teléfono.

A día de hoy mientras lo apagues en el momento de despegar y aterrizar, y lo mantengas en modo avión durante el vuelo no hay por qué preocuparse. El problema de este tipo es que sigue hablando por teléfono cuando los auxiliares de vuelo le han dicho ya 7 veces que por favor lo apague. Pero él necesita llamar a 40 personas diferentes para decirles que ya está en el avión y está a punto de despegar. Amigo, generalmente la gente que sabe que vas a viajar en avión se imagina que cuando se acerca la hora de tu vuelo ya estás en el avión. No hace falta que llames para confirmar. No tiene sentido llamar para decir que todo va según lo previsto. No vas a entrar a un quirófano. Por supuesto este es el primero que está llamando según la primera rueda del tren de aterrizaje toca tierra para decir que ya ha llegado. 6. El ejecutivo que se cree dueño del avión

Entre todos los pasajeros siempre hay uno que va de viaje de negocios (o eso parece por su vestimenta y su actitud) que piensa que el avión es su medio privado de viaje.

Todo le molesta más que a los demás, vuelve locos a los auxiliares y te mira con cara de odio cada vez que haces un mínimo ruido. Como si fuese el único que tiene experiencia en viajar en avión y todos los demás estuviésemos haciéndolo mal. Tiene actitud de pasajero de primera clase (y exige que se le trate como tal) pero está viajando en turista con el resto de los mortales. 7. El “ansias del reposabrazos”

En un vuelo de varias horas un espacio en el reposabrazos de tu asiento puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Bueno, a lo mejor he exagerado un poco, pero es realmente incómodo no poder apoyar el brazo en todo el viaje porque la persona de al lado lo está ocupando por completo. No apoya el codo sutilmente, sino que apoya todo el brazo hasta la muñeca. Y si pudiese apoyar la axila también lo haría. El “ansias del reposabrazos” se aferra a él como si fuese una rama en un precipicio. Es suya, y de nadie más. Sutiles empujoncitos con tu brazo no van a tener ningún efecto. Es un mal vecino, como éste: 8. El cambia-asientos profesional

Hay gente que no compra sus billetes con antelación.

¿Cuál es el problema? Que esa adorable pareja no ha podido conseguir dos asientos juntos. Un drama digno de Lo que el viento se llevó, pero al fin y al cabo no es tu problema. Pero ellos lo convierten en tu problema, porque uno de los dos va a estar sentado a tu lado. Entonces te va a mirar con la cara del gato de Shrek y te va a decir algo como “¿te importa cambiarle el asiento a mi novio? Es que es nuestro primer viaje juntos y no queremos estar separados”. Miras hacia donde está el novio con la esperanza de que tenga un asiento de pasillo o ventanilla, pero no. Está incrustado entre un niño que se acaba de sentar y ya tiene la bolsa de vomitar en la mano y una persona que sabes que no huele muy bien nada más mirarla. Estás perdido. Te acaban de poner en un compromiso, porque si te niegas vas a tener que compartir vuelo con la muchacha a la que le has negado el favor que intentará hacer de tu viaje un infierno. Además el resto de pasajeros te juzgarán por tu actitud. 9. Los que van de despedida de soltero/gira de estudios

Si ves que hay una auxiliar de vuelo de un metro noventa, con pelos en las piernas, la voz sospechosamente grave y maquillada por un invidente no te asustes.

Se trata de un hombre que se va a casar y sus amigos han decidido llevarle de despedida de soltero. La primera prueba es disfrazarse de azafata y perturbar la paz de los pasajeros. La gente que viaja por cualquiera de estos dos motivos (gira de estudios o despedida de soltero) comienza la diversión al subir al avión. Esto implica cánticos, chistes sobre la película que ponen y conversaciones a gritos. Que la suerte te acompañe. De todos modos también te los puedes encontrar en la versión regreso de la despedida o la gira. En este caso son inofensivos, porque dormirán como angelitos durante todo el vuelo.
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