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Equinoccio de primavera en Templo Mayor, CDMX

En prácticamente la totalidad de las culturas del México Precolombino el cielo fue un espacio donde los hombres buscaban las claves para calcular los ritmos del cosmos y determinar sus etapas por medio de la elaboración de calendarios.

Desde los tiempos más remotos la humanidad se ha valido de ese recurso para vincular los eventos acontecidos con los del porvenir.

En las culturas de Mesoamérica, como la gran civilización azteca, los calendarios eran de enorme importancia para la vida social.

De acuerdo a los vestigios arqueológicos, con toda su proyección arquitectónica y su simbolismo, es posible advertir la enorme relevancia que tuvo la astronomía y fenómenos como el equinoccio primaveral para varias dinámicas de la vida cotidiana de nuestros antepasados indígenas.

La estación de mayor colorido en el año, la primavera, llegará el sábado 21 de marzo y aprovechando que caerá en fin de semana y de acuerdo a los antecedentes mencionados, vale la pena acudir a un sitio prehispánico importante para recibirla, en el marco del equinoccio.

Una opción estupenda la tenemos en el Templo Mayor, en pleno corazón de la Ciudad de México.

Para darle la bienvenida a la primavera, periodo del año lleno de luz y color, una visita al Templo Mayor es una estupenda alternativa si no se tiene la posibilidad de acudir a otros sitios arqueológicos más famosos como Teotihuacan o Chichen Itzá.

En donde se encuentran los vestigios del Templo Mayor los mexicas hallaron la señal para levantar lo que fuera Tenochtitlan, su gran capital.

El yacimiento prehispánico del Templo Mayor y su museo de sitio se localizan cerca de la Catedral Metropolitana y del Palacio Nacional.

El acceso al Templo Mayor está en la calle Seminario número 8 en el Centro Histórico de la Ciudad de México. El Templo Mayor fue el núcleo social, religioso y simbólico de los aztecas, el corazón de Tenochtitlan, su gran ciudad, la cual fue construida en un gran islote del Lago de Texcoco, urbe indígena que quedó debajo de las construcciones novohispanas.

Dos eran los templos que coronaban al Templo Mayor, uno para venerar a Huitzilopochtli, el dios colibrí, numen de la guerra de los mexicas y otro para Tláloc, dios de la lluvia en el imaginario religioso mesoamericano.

Por la relevancia que tenían estos dioses, uno el Quinto Sol del cosmos azteca y otro el protector de las buenas cosechas, la llegada del equinoccio primaveral tenía un profundo simbolismo y un gran valor religioso para los mexicas.
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