En este encantador pueblito encontrarás un mundo por descubrir, con tantas actividades, que tu espíritu aventurero quedará totalmente satisfecho.
Se dice que aquí estuvo Agustín de Iturbide del 20 al 22 de junio de 1821 y en honor a él se le bautizó al lugar con su nombre.
Por muchos años fue un pueblo dedicado a la actividad minera, pero el oficio comenzó a decaer una vez que todo el metal fue extraído.Actualmente es un atractivo para deportistas extremos y amantes de la naturaleza, a sólo 252 km del Distrito Federal.
La diversidad de sus paisajes y geografía te permiten realizar actividades como rappel, campismo, escalada, ciclismo de montaña, senderismo, vuelo en parapente y viaje en ultraligero o globo aerostático, un paraíso de ecoturismo para quienes gozan de este estilo de escapada.
Pero si lo tuyo es el descanso, también puedes salir a pasear con tu cámara y fotografiar espectaculares paisajes de la zona.
La observación de flora y fauna es una de las actividades principales y también de las más didácticas, ya que puedes contratar un guía profesional a muy bajo costo, el lugar ideal para hacerlo es en Las cactáceas de Tierra Blanca (en el km 29 de la carretera de San José Iturbide) con especies de hasta 400 años de edad.En Las cactáceas puedes hospedarte con un estilo aventurero.
Pasarás la noche acampando y viendo las estrellas rodeado de nada más que naturaleza semidesértica. Toribio y Ligorio, los anfitriones del lugar, te contarán las historias de esta tierra (aseguran que han visto serpientes emplumadas rondar en lo alto de las montañas) y ellos mismos te preparan las especialidades de la localidad para comer, como el atole de aguamiel.Antes de irte, no dejes de comprar los remedios medicinales de Doña Antonia, una anciana de 86 años que prepara pomadas con las cactáceas de la zona.
Y ya sea que hayas decidido pasear o hacer deporte, hay un par de actividades más que no puedes dejar de realizar: primero, visitar la construcción más importante de San José, su parroquia de estilo neoclásico que comenzó a construirse en 1866; y luego, meterte a un relajante y depurativo baño de temazcal, un ritual indígena a base de hierbas y esencias, que goza de gran popularidad gracias a sus efectos terapéuticos.