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La Campana, historias labradas en piedra

Una tierra fértil cerca de los dioses del mar y el fuego, era sin lugar a dudas el lugar ideal para que las culturas prehispánicas construyeran sus ciudades.

Las raíces de Colima datan de tiempos ancestrales y puedes observarlas en El Chanal y La Campana, los sitios arqueológicos más conocidos del estado. Habitadas entre el año mil 100 y mil 400 a.C., estas ciudades tenían una compleja organización comercial, social y religiosa. Como en las ciudades modernas, algunos edificios eran públicos y formaban parte de la interacción entre los habitantes y las autoridades gubernamentales y religiosas; pero otros eran exclusivos para gobernantes y sacerdotes.

Aquí puedes admirar el juego de pelota, evidencia de las creencias religiosas indígenas.

Xolotl, una deidad relacionada con este juego, era en la mitología prehispánica la compañera del sol mientras éste se encontraba en el inframundo durante la noche. Venus, la estrella matutina, era el heraldo de la victoria de Tonatiuh, el dios del sol.

Al encontrarse cerca del océano Pacífico, y con lluvias como un regalo frecuente, no es de sorprenderse que se encuentren templos dedicados a Tláloc, el dios de la lluvia.

En un aspecto más pragmático, la administración del agua ha sido una prioridad en estas ciudades antiguas, que fueron pioneras en la construcción de sistemas de drenaje.

Los habitantes compartían, como prácticamente todas las culturas mexicanas, su devoción por el más allá, la cual se manifestaba en ceremonias públicas, religiosas y tradiciones privadas.

Pero esto no es sólo un hecho arqueológico: si llegas a México antes del 2 de noviembre, encontrarás estas creencias más vivas que nunca. El templo principal de La Campana está decorado con imágenes de Tláloc y Ehécatl (dios del viento). Las recientemente descubiertas figuras de Xipetotec son indicios de una relación con Tula, una de las ciudades más grandes en el centro de México. Un terremoto fue la primera causa de su destrucción; años después, los conquistadores españoles contribuyeron a ello al usar las piedras de los templos para construir capillas católicas.
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