Una singular operación está en marcha en México: la de rociar con aceite de cedro los monumentos históricos, como iglesias, conventos y algunas estatuas.
Pero, ¿por qué esta "lluvia de aceite"? Es la receta que han encontrado los expertos para proteger los edificios históricos de los murciélagos y el daño que puede causar el excremento que éstos desechan.
El proyecto es encabezado por el gubernamental Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), responsable de conservar y administrar el patrimonio cultural del país.
La idea es evitar que se dañe la estructura de madera de algunos conventos e iglesias, así como prevenir el deterioro y corrosión en murales y sitios arqueológicos.
De hecho, según Pablo Torres Soria, responsable del proyecto por parte del INAH, hay varios sitios que están severamente afectados por la orina y las heces de los murciélagos.
"Hay que protegerlos porque dañan el inmueble, estuco, pinturas y murales.
Destruyen la madera y techumbre de los monumentos históricos", asegura Torres Soria."Lo podemos ver en el convento de Chiapa de Corzo (en el sureste) donde también hay una invasión de murciélagos y los daños son evidentes".
Y de acuerdo con los especialistas el aceite de cedro que se aplica sobre los edificios no afecta a los murciélagos: sólo los ahuyenta, ya que estos animales no toleran "el olor a lápiz" que desprende la sustancia.
Turismo ecológico Sin embargo, grupos ambientalistas advierten que más allá de ahuyentar a los murciélagos de sitios históricos, lo importante es preservar su hábitat para evitar que emigren a zonas pobladas.
En muchos lugares del sureste los quirópteros son víctimas del turismo ecológico, pues sus cuevas son modificadas para facilitar el ingreso de visitantes.
En otros casos, reconoce Torres Soria, los campesinos tapian la entrada de las cavernas por temor a los mamíferos.
El resultado es la migración de murciélagos que buscan en iglesias, conventos y sitios arqueológicos un sitio parecido a su hábitat original."En muchas regiones del país el turismo afecta las áreas naturales protegidas y los ecosistemas donde se encuentran diferentes especies, que buscan la forma de subsistir y emigran a zonas urbanas", le dice a BBC Mundo Raúl Estrada, director de Comunicaciones de Greenpeace México.
En el caso de los murciélagos "se está atacando el hábitat, no tendrían por qué estar en un monumento si sus cuevas se conservaran, eso es lo que ocurre.
Buscan refugios para resguardarse".La especie que más invade los monumentos históricos es el murciélago insectívoro, también conocido como murciélago mexicano de cola libre o Tadaria bariliensis mexicana, que se encuentra desde Brasil hasta el norte de Texas.
TécnicaLa técnica para proteger los monumentos fue desarrollada por Torres Soria, el principal responsable de combatir plagas en acervos históricos y áreas arqueológicas del INAH.
Para ahuyentar a los murciélagos se aplica en las madrigueras humo blanco producido por la quema de aserrín y otros restos de madera.
La aplicación provoca que los quirópteros abandonen el sitio.El operativo debe realizarse durante la noche, para evitar alarma entre los vecinos y quienes visitan los sitios históricos.
Después los técnicos rocían aceite de cedro en los sitios donde se encontraban los murciélagos y, en algunos casos, tapan la entrada de las madrigueras con trozos de algodón impregnados con la sustancia.
"Con una técnica como ésta me atrevo a asegurar que mantendremos el control de los murciélagos por lo menos durante diez años", afirma Torres Soria.
Pero los ambientalistas creen que ahuyentar a los quirópteros sirve de muy poco para proteger el patrimonio histórico del país de manera efectiva y sostenible en el largo plazo.
"Esa visión de erradicar a una especie es preocupante, entiendo que el aceite no estaría propiciando una disminución de la población pero sí la van a ahuyentar", subraya Raúl Estrada, de Greenpeace.
"La especie es migratoria, habrá épocas del año que haya más individuos recorriendo algunas regiones".
Así, la mejor manera de evitar daños al patrimonio es que los murciélagos no tengan la necesidad de abandonar sus cuevas.
Algo que, reconocen especialistas, desde hace décadas ha sido imposible de lograr.