El exterior es más bien modesto, nada del otro mundo, pero al entrar el espectador quedará sin aliento: miles de relieves en yeso dorado y pintado de colores ascienden desde el suelo a la cúpula, cubriendo cada centímetro con temor al vacío.
Lo que encanta de este barroco singular son los motivos representados, en donde intuimos un espíritu divergente del dictado por España: los cientos de ángeles y querubines tienen rostros morenos de niños indígenas, algunos visten penachos de plumas coloridas.Asimismo, curiosamente se asoma una subrepticia imagen de Tlaloc, el dios de la lluvia, santos y diablos danzan entre guirnaldas de flores, pájaros iridiscentes, mangos, chiles, cocos, plátanos, piñas y otros frutos tropicales, y sobre todo, vigorosas mazorcas de maíz.
Al verlo, se pensará que se trata del retablo más sui géneris jamás visto.En el centro del Cielo-paraíso, en el punto más alto de la cúpula, vuela un gran pájaro modelado con gracia naïf, se trata del Espíritu Santo.
Esta liviandad alegre e infantil se eleva sobre la contradicción tan típica con la que tropezamos al leer sobre un muro: "Hombres pecadores, habéis de morir".Antes de la llegada de los españoles, cerca del poblado se veneraba a Tonantzin ("nuestra madrecita"), la Madre Tierra ligada al maíz.
Luego de la Conquista, el culto a la diosa halló una continuidad lógica en el culto a la Virgen María. Como en otras ocasiones, las antiguas raíces encontraron nuevas maneras de florecer. ¿Cómo llegar? La ciudad de Puebla se encuentra a una hora y media al este de la Ciudad de México por la autopista 150. Desde la terminal TAPO (México DF) salen autobuses cada 20 minutos.El templo de Santa María Tonantzintla se encuentra a 15 km de Puebla, por la carretera federal a Atlixco.