En contra esquina al
Palacio de Bellas Artes, en el corazón del
Centro Histórico de la Ciudad de México, se erige una magnífica construcción dorada de estilo ecléctico:
El Palacio Postal, también llamado la Quinta Casa de Correos. De constitución y ornamentación más discreta que su majestuoso vecino, este funcional edificio surgió por encargo del entonces presidente Porfirio Díaz al arquitecto italiano
Adamo Boari y al ingeniero mexicano
Gonzalo Garita Frontera para convertirse en la sede, a finales del siglo XIX, de la Oficina Central de Correos.
Este novedoso espacio, levantado en el lugar que antiguamente correspondía al
Hospital de Terceros Franciscanos, constaría de cuatro niveles y de todos los avances de la época: patios con elevador uno de los primeros de la ciudad y una cimentación tipo Chicago basado en retículas de vigas de acero. Si bien, el interior del Palacio Postal constituye una exuberante obra de arte cubierta de arcos y finos detalles en herrería, el exterior de esta construcción, elaborada en cantera blanca de Pachuca, resulta una armoniosa fusión de diferentes estilos como el Gótico y el Plateresco español, conjugados con elementos de Art Nouveau que nos trasladan a las casonas venecianas.
Al observar detenidamente su fachada, se descubren decenas de ventanales algunos coronados por querubines o leones alados y las figuras fantásticas de dragones y gárgolas que estilizan las marquesinas y los 15 faroles florentinos que cubren sus bordes.
De sus detallados muros, sobresale la esquina en la cual, en
pan coupé, se remata con un exquisito reloj de manufactura alemana y delicada crestería, así como las cuatro puertas metálicas que acceden al edificio. También, destaca la marquesina de la entrada principal la cual, fabricada en hierro forjado, une la doble cabeza de un león recubierta por bustos en cantera de dos minotauros y un águila de frente con las alas desplegadas: el escudo nacional de la época.
Sin duda, el conjunto conformado entre el Palacio de Bellas Artes y el Palacio Postal, enfrentado con la vanguardista
Torre Latinoamericana, constituye uno de los cuadros más admirables de esta gran metrópoli.